La conservación del tabaco es una preocupación constante para estancos, hostelería y grandes aficionados, ya que al ser un producto orgánico no puede conservarse con medios artificiales como la inclusión de conservantes químicos. Para su perfecta conservación ha de controlarse la humedad y temperatura, manteniéndolas estabilizadas para alterar lo menos posible su entorno ambiental, que influye sensiblemente en la composición del cigarro y afecta invariablemente su sabor, combustión y tiraje. El instrumento óptimo para la conservación de puros es la cava o más conocido como humidor, cuya estructura cerrada y equilibrada, posee unos orificios distribuidos de modo tal que circule una ventilación mínima y está dotado, en su interior, de un higrómetro que crea un microclima de condiciones relativas constantes donde su temperatura oscile entre los 16 y 18 grados centígrados y sostiene una humedad relativa entre el 70 y 72 por ciento.

La característica principal está en que está incorporada en el mostrador y permite optimizar el espacio de los estancos.